Actividad 3: Desafíos de la educación en la sociedad actual.
1.
Título
Desafíos de la educación en la sociedad
actual.
2.
Cita APA
Sánchez,
M. & Araya, R. (2012). Desafíos de la educación en la sociedad
actual. Diálogos educativos,(24), 55-69.
3.
Palabras clave
Educación, problemática, futuro,
desafíos, mundial.
4.
Resumen
El papel de la educación en la formación
de los individuos y en el desarrollo de la sociedad es incuestionable. A través
de ella se transmite, de generación en generación, conocimientos, cultura,
prejuicios, valores, entre otros. Sin embargo, actualmente ella enfrenta
diversas situaciones conflictivas que afectan su adecuado desarrollo. La
globalización, por ejemplo, ha implicado reformas en la educación a nivel
mundial. Las necesidades actuales requieren que la educación responda al mismo
ritmo de las transformaciones sociales y culturales. Los ciudadanos del futuro
deben ser formados para “enfrentarse” a una totalidad compleja y esta debe
orientarse a la formación de valores, de un individuo capaz de enfrentarse a
las distintas dificultades y resolver problemas, de un ser más humano y con
conciencia ambiental. Los retos que enfrenta la educación son muchos. Plantear
soluciones y llevarlas a cabo debe ser un esfuerzo social, conjunto y
coordinado. Si la educación mejora la sociedad se desarrolla y el ser humano
progresa en sus condiciones, en caso contrario se corre el peligro de seguir
anclados en el subdesarrollo, la desigualdad y la incongruencia con las
exigencias de la sociedad actual. ¿Cuál es el estado actual de la educación?
¿Cuál es la problemática que la afecta? ¿Qué retos se le plantean? Este ensayo
tiene como propósito destacar algunos aspectos sobre el estado actual de la
educación a nivel mundial y latinoamericano, señalar ciertos problemas que la
afectan y los retos que deben enfrentar en una “educación para el futuro”.
5.
Conclusiones
Debido a la necesidad de realizar un
“giro” en la educación, Aguerrondo (1999) indica que se requiere de un
paradigma que supere los predecesores, permita “saldar” las deudas del pasado y
asuma los retos del futuro. Por ello, la educación debe pensar en una
reorganización, que replantee la formación de la identidad de los individuos,
revalore los contenidos curriculares y garantice el acceso a todos. La
inteligencia ya no está asociada solamente a las capacidades cognitivas, sino
con el desarrollo de capacidades para la formación de un individuo integral
(Aguerrondo, 1999). Dadas las condiciones actuales de la sociedad y con
perspectivas hacia el futuro es necesaria una educación donde se desarrollen
competencias y no solamente un conjunto de saberes. Es decir, se requiere de un
proceso que “prepare para la vida” y para las distintas situaciones que el ser
humano debe enfrentar. La educación debe crear mecanismos para que el estudiante
se interese por participar activamente en su propio crecimiento y desarrollo.
Pero también es necesario crear una conciencia sobre la prioridad que debe
tener la educación como medio para el desarrollo de un país, por lo que la
inversión que se haga en ella debe ser considerable y “real” para superar las
dificultades que han afectado a esta en distintos países y desde hace varios
años.
La institución educativa debe ser el
espacio con las condiciones necesarias y mínimas para un adecuado desarrollo
del proceso educativo (infraestructura, recursos, entre otros). Por tal razón,
debe generar las condiciones de educabilidad para que ello se dé (atender las
necesidades y expectativas de los estudiantes, adecuarse al contexto, normas y
reglas de conducta y aprendizaje claras, entre otras) y garantizar el acceso y
equidad en todo el proceso. Una medida urgente que se debe tomar es realizar
una mayor inversión en educación. Esta inversión, a la vez, debe estar
acompañada de una eficiente y eficaz administración por parte de los entes
rectores de este, de tal forma que se atiendan las necesidades prioritarias y
no se despilfarren en programas “fantasmas”. Junto con estas acciones se debe
mejorar las condiciones del entorno pedagógico del alumno, dotando a las aulas
de mejores y mayores recursos de apoyo al aprendizaje, sin los cuales una
educación moderna y de calidad no es posible. La preparación del profesorado es
otra tarea que se debe atender. No se puede seguir formando a los docentes para
enseñar en salones de clases “ideales”; por ello se requiere del
replanteamiento de estos procesos, los cuales se deben orientar hacia la
formación de un docente capaz de atender las distintas necesidades de los
individuos, su diversidad y contexto social, económico y cultural. Aunado a lo
anterior, se debe aumentar los años de permanencia de los estudiantes en el
sistema educativo. Esta debe ser de, al menos, doce años. Pero en paralelo a
las acciones para lograr esta “mayor permanencia”, se deben analizar la
pertinencia de los programas y planes de estudio de todos los niveles
educativos y realizar las modificaciones necesarias que de este análisis se
derive. La educación debe resultar interesante, “real”, útil y atractiva para
los estudiantes. De esta manera, la educación propiciaría no solamente la
formación para una “tarea determinada” sino que se orientaría al desarrollo de
destrezas, resolución de problemas y dotaría al individuo de habilidades para
“aprender y reinventarse sobre la marcha”. Otro punto importante a tratar es que
se deben llevar a cabo acciones tendientes a descentralizar el “control” de la
educación, de tal forma que los interesados se sientan parte de esta,
responsables de su desarrollo y puedan ser fiscalizadores de este proceso. Los
ciudadanos del futuro deben ser formados para “enfrentarse” a una totalidad
compleja. La imagen de una sociedad fragmentada, de un conocimiento parcelado y
de saberes aislados no “encajan” dentro de esta nueva visión. Así, el alumno
debe ser considerado desde su perspectiva real, como producto de un desarrollo
histórico y natural. Pero también la educación del futuro debe orientarse a la
formación de valores, de un individuo capaz de enfrentarse a las distintas
dificultades y resolver problemas, de un ser más “humano” y con conciencia
ambiental.
Se debe avocar por una educación que
privilegie el desarrollo de las habilidades de aprendizaje, de discernimiento,
de manejo de los números y la lectura analítica. Esto incluye también
reformular la educación superior para que las actividades no solo se orienten a
la formación de profesionales sino a la investigación y difusión del
conocimiento, donde se inviertan más y mejor los recursos para el
fortalecimiento de la formación de los futuros profesionales y donde se atienda
las exigencias del mundo globalizado. La creación de estrategias que incorporen
las distintas recomendaciones realizadas por diferentes estudios para superar
la deserción y la repitencia debe ser otra acción a realizar. Estas deben
considerar factores institucionales, socioeconómicos, familiares, docentes,
contexto, otorgamiento de becas, entre otros. No se puede caer en el pesimismo
y señalar que todo es malo o que no se ha hecho nada. Hacerlo sería negar
importantes esfuerzos y no reconocer las acciones de cambio que se han
ejecutado. Lo que sí parece ser cierto es que no han sido suficientes y se
necesita aún mayores esfuerzos, acciones e ideas para llevar adelante una
educación acorde al contexto mundial en la cual se desarrolla. La
responsabilidad del cambio es de todos y todos debemos comprometernos con él.
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